DIARIO DE NUESTRO VIAJE A KASBAH ITRAN

(...) Tras pasar por Ouarzazate, la llegada a la Kasbah fue una bendición. Por la noche ya había atisbado las formas de la construcción en la que íbamos a vivir durante una semana. Se trata de una casa típica reconstruida con el objetivo de fomentar y desarrollar actividades e iniciativas de turismo en el sur de Marruecos (...)

Kasbah ItranUn sitio acogedor, la típica kasbah de la zona,construida en adobe, una joya recuperada de la arquitectura local, con un patio descubierto, cocina, varios servicios, duchas, nueve amplias habitaciones decoradas artesanalmente con techos de bambú y madera, paredes de adobe y todo tipo de detalles y materiales del entorno berebere, consiguiendo una luz cálida que nos recuerda que estamos en África. Un luminoso salón, lugar de encuentro y comedor, y lo mejor, una balconada con unas vistas impresionantes a la vega del río M´Goun. Recuerdo que pensé la primera vez que me asomé al balcón que este paisaje no se me olvidaría nunca: en medio de montañas pedregosas, de lo más yermo que he visto en mi vida, antesala del desierto, los bereberes habían erigido un vergel aprovechando la existencia del río que crece considerablemente con los deshielos, porque allí nieva y hace frío en los inviernos.
Una auténtica huerta ajardinada en medio de kasbahs semiderruidas, en perfecto mimetismo con la roca que rodea el paraje, a15 minutos andando (cinco en coche) de una población denominada El Kelaa M´Gouna, una pequeña ciudad que cuenta con todos los servicios que un visitante pueda necesitar: bancos, hospital, farmacias, supermercados... sobre todo terrazas donde sentarse y contemplar el frenético movimiento comercial. Un día a la semana se juntan artesanos, agricultores y ganaderos, formando un poblado y multicolor mercado, donde no faltan los productos derivados de las rosas, que le han dado fama internacional.

La hospitalidad y la simpatía de los bereberes me dejó un tanto aturdido: es fabuloso que allí por donde vas te saluden, o que te regalen frutas, o que incluso se pongan a charlar contigo. He de decir, llegados a este punto, que he tenido que hacer algún que otro esfuerzo para que mi no demasiado extenso vocabulario francés no pareciera chino. Me llegué a plantear si había hecho una gilipollez abandonando su estudio años atrás, porque me sentía mal cuando no comprendía alguna expresión concreta, sobre todo.

Kasbah Itran Nuestro primer paseo se produjo por los aledaños de la kasbah y entre las huertas y el río. Fotos por la zona y regreso a casa de noche (entonces, era septiembre, anochecía bastante pronto, hacia las ocho), nos dispusimos a cenar. Ciertamente, las comidas suelen ser apetitosas, esa noche tocó un exquisito cuscus de cordero cocinado en el horno de leña bereber; la cantidad, la justa (peso 110 kilos) y también son frugales: ideales para conjugar con las excursiones y paseos que son menester realizar por esta zona.

Tras la cena, es tradicional una amplia sobremesa (depende del sueño de los visitantes) con los responsables de la kasbah, Lahcen y Mohamed. Merece la pena charlar en el salón pero, sobre todo, si la noche acompaña, hacerlo en la balconada saboreando un buen té a la menta, mirando las estrellas, (Itran, es estrella en bereber) recibiendo la suave brisa que nos llega desde el Sahara. La conversación y, por qué no, un poco de música bereber a base de cánticos y timbales que Mohamed Tam Tam y Lahcen se encargan de hacer sonar. El ambiente, realmente, se hace embriagador e invita a participar.

Con los responsables de la kasbah se puede hablar de cualquier tema, no hay nada que sea tabú. Nos hablan de las costumbres de su pueblo, de lo diferentes que son con respecto al Marruecos de las ciudades gobernadas por los árabes, la problemática actual de las aldeas en las que viven, los cambios con el nuevo rey, las reglas de solidaridad entre las familias bereberes... mil cosas que, desde la distancia se pueden haber intuido pero nunca habías tenido oportunidad de profundizar... sólo estando allí.